Anoche terminé de leer Periodistas. El arte de molestar al poder de Juan Tortosa. Toda una lección magistral para ejercer la profesión desde la más absoluta honestidad. De obligada lectura para estudiantes de Periodismo y profesionales de la Información. No me lo recomendó ningún amigo ni compañero de profesión. Lo encontré por casualidad buscando entre las estanterías de una librería. Por supuesto, no estaba en la sección top reservada a los superventas. A obras como estas no conviene darle mucha publicidad, no sea que vaya a cundir el ejemplo. Si fuera médico lo prescribiría en todas mis recetas –Tómese una de estas todas las noches, ya verá que bien le sienta– Pero como no lo soy, se lo recomendaré a todos mis amigos.
Del impresionante currículum que Juan Tortosa ha ido construyendo a lo largo de los últimos 40 años de actividad profesional, así como de su recorrido paralelo desde el tardofranquismo hasta nuestros días, ya les hablarán en otras crónicas. Yo me voy a limitar a compartir las sensaciones que he experimentado leyendo este libro, y las similitudes que he encontrado con vivencias personales, pero sin entrar en muchos detalles (eso lo dejo para mis memorias, jeje).
Me he revuelto, una y otra vez, en el asiento en el que me acomodaba para leer el libro cada noche antes de irme a la cama. He asentado, y vuelto a asentar, con cada una de las experiencias en las que me he visto reflejado. También me he divertido, para que negarlo (jamás llegué a imaginar cómo un accionista de un periódico puede aparecer por la redacción con la foto de la primera comunión de la hija de un amigo para publicarla en primera página, jajaja. ¿En serio?). Lo de los periquitos de Bárbara volando a sus anchas por la redacción de Cambio 16 también tiene su gracia, jeje.
Salvando la distancia sideral que me separa del autor en el ámbito profesional, me identifico plenamente con muchas de las vivencias experimentadas en los distintos medios de comunicación por los que pasó, sobre todo en relación al contacto con el poder político. “Nunca ha habido manera de meterle en la cabeza a los políticos de este país que una televisión pública plural y equilibrada es un servicio al que tienen derecho los ciudadanos que la pagan. No lo ha querido entender nunca ningún ministro, ni ningún consejero, ni ningún presidente de comunidad autónoma. Por mucho que se les repita”, asegura el autor de Periodistas. ¡Qué gran verdad! Imagínense cuánto más hacérselo ver a un alcalde de una pequeña localidad con emisora municipal. A un concejal, ya ni les cuento. También es cierto que hay honrosas excepciones, las que menos.
En mi opinión, este sigue siendo uno de los problemas más graves a los que se enfrentan los profesionales de la información, aunque por encima de todo sobrevuele el poder económico. “Las televisiones autonómicas no supieron o no quisieron sacudirse el estigma de ser la voz de su amo, de orientar la información según el prisma del gobierno que estuviera ejerciendo el poder en cada una de las comunidades en cada momento”, afirma Tortosa. Y, de nuevo, no puedo estar más de acuerdo con este comentario. Y ¿qué hacen al respecto las asociaciones, colegios y sindicatos de periodistas? ¡Cuánto huérfano en las locales de las zonas rurales! También ocurre en el escalafón más bajo de la cadena.
Pero, ¿por qué ocurre esto? Ante esta realidad innegable, este maestro de periodistas no puede ser más claro: “Mil veces que lo repitamos serán pocas: los políticos no quieren medios de comunicación plurales porque no creen en ellos, lo que buscan son órganos de propaganda, instrumentos útiles para impartir doctrina. Les molesta la libertad de expresión, abominan de las opiniones libres y ni entienden ni quieren la crítica. De ahí su obsesión por influir o mandar en periódicos, radios y televisiones…”. Se puede decir más alto pero no más claro. Doy fe de esto. Otra vez, no puedo por menos que rendirme a la evidencia. En mis 30 años de experiencia como profesional de la información solo he encontrado a un político capaz de entender que ese no es el camino correcto. Lo cuento en mi trabajo fin de carrera sobre la Comunicación Pública Local en Zona Rural: el caso de Radio Nerva (Huelva).
Para no terminar con un mal sabor de boca, me quedaré con este otro comentario a modo de colofón: “Si te gusta el periodismo, es muy difícil que no te guste la radio. Estoy de acuerdo con McLuhan cuando sostiene que “la radio afecta a la gente de una forma muy íntima porque ofrece todo un mundo de comunicación silenciosa entre quien habla y quien escucha”. Una comunicación mágica y cómplice, añadiría yo”. Y yo también, maestro.