“No me llaméis por mi nombre, llamadme solo minero, que mi nombre ya no existe, y si existe, no lo quiero. ¡Minero! ¡Solo minero! De esa larga pena abierta en la mina de mi cuerpo”. El poeta nervense José María Morón clamaba en 1933 por uno de los oficios más antiguos del mundo en su poemario “Minero de Estrellas”, con esta pasión no exenta de dramatismo. Se trata de una de las profesiones más antiguas del mundo.
Días antes de declararse el estado de alarma por la pandemia de coronavirus, mi periódico (Huelva Información) me pidió un reportaje sobre el oficio de minero. Semanas después me complace compartir con tod@s mis amig@s este trabajo periodístico que pone en valor al nuevo minero del S.XXI y sirve de homenaje a sus ancestros.
Perforistas y artilleros son los principales protagonistas. La tecnología y la seguridad han marcado la evolución de estos oficios a lo largo del tiempo. Mi más sincero agradecimiento a todos cuantos han hecho posible y han participado en este reportaje: Proyecto Riotinto de Atalaya Mining e INSERSA; Jesús Caballos (Patrono de la Fundación Atalaya), Laureano Pazos (Jefe del Dpto. de Perforistas y Artilleros); Inma Escobar y Juan Luis Prieto (Perforistas); José Ángel Reposo (Artillero); y Aquilino Delgado (Dir. Museo Minero de Riotinto).
En abril de 2020 se cumplen cinco años de la primera voladura controlada en la milenaria mina de Riotinto, tras más de una década de inactividad. Y los versos del poeta de los mineros vuelven a retumbar con fuerza por las galerías de la mina: “¿Nombres? Yo no recuerdo ninguno entre mis labios, sólo el enorme, anónimo, del genérico esfuerzo. ¡Hombres de hollín y lodo! ¡Mineros de Rio Tinto! Yo os guardo en el más alto mirabel del recuerdo”.
